No hubo banderas partidarias, tampoco una organización clara. Las marchas fueron dispersas, sin ruidosos megáfonos (al menos aquí) y con carteles hechos en casa que sólo indicaban una cosa: se trató, por completo, de ciudadanos comunes reunidos con la única regla de la espontaneidad y la orden estricta, perfectamente cumplida, de la no violencia.
Sobraron luego los que inventaron titulares como el de la “Protesta de gente bien vestida” - la de “Los ricos de Santa Fe y Callao” -, “Las marchas por Miami” o “Las convocatorias de la Oposición”; respuestas esperables de parte de aquellos que apoyan al mismo arco político que decidió transmitir por la Televisión Pública un documental sobre animales y la inauguración de una fabrica de Lacoste al tiempo en que comenzaban los movimientos – y al tiempo en que seguían: noticias sobre Estados Unidos y Mauricio Macri.