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Demasiado Obnubilada: El síndrome "Trimarco"

por Ignacio de Villafañe

     Resulta difícil hablar de temas que "no corresponden"; temas que el mito popular eleva al rango de "tabú" - rango donde las discusiones se convierten en imposibles y las menciones al respecto en actos de mal gusto - y embarra con sus ideologías mal cimentadas. El caso de Susana Trimarco es emblemático y no hay elogio que no merezca. Del mismo modo es repudiable la persona de cada uno de los funcionarios de la justicia que propiciaron la absolución de  todos los animales que cada día suman a su red de comercio de carne a otras miles de Marita Verón. Aún así, la verdadera causa del problema en este caso no son los jueces, ni tampoco la solución al mismo es el coraje de madres como Susana. Es, también, cierto que sin clientes no hay trata, pero siquiera los clientes son los auténticos victimarios. Culpables son los que utilizan a las mujeres como moneda de cambio, los que las raptan, violan, abortan y exponen luego en tabernas inhumanas. Los culpables son ellos; de ahí en adelante: todos somos responsables.

     La Trata de Personas como problemática social involucra al Estado directamente y, por lo tanto, la participación del Gobierno en la solución de la misma es imprescindible. A pesar de los esfuerzos invaluables que viene realizando Trimarco desde que su hija desapareció, su interpretación del conflicto aún no alcanzó a madurar lo suficiente y yace ahí: rozando lo infantil. Cabe, desde luego, la posibilidad de una estrategia oculta: en política, a veces, parece que todo se trata de saber mentir y en no pelearse con los peces gordos es donde quizá guarde sus últimas esperanzas, como madre, de triunfar en la batalla. Suposiciones más o suposiciones menos, de poco sirve especular en casos como este; el hecho concreto es que Trimarco está enfadada con los ministros de Alperovich y el parlamento de Fernández de Kirchner pero confía ciegamente en ambos mandatarios.

     Una sociedad se nutre de valores y el Estado es, por definición, el proyector de esos valores sobre el plano social; el Gobierno, en contraposición, proyecta el Estado (y con él los valores) sobre el plano real. El Gobierno Nacional, por ejemplo, gastó millones para publicitar el 7D - ese día de diciembre que ni siquiera existió - pero pocos miles de pesos para informar acerca de la trata. Valga mi propia experiencia: el jueves pasado, en un cajón donde habitualmente dejo "archivados" todos los folletos que recibo en la calle y nunca tiro a la basura, encontré 7 publicidades (entre trípticos, panfletos y folletos) sobre la Ley de Medios, el Afsca y el 7D con el sello de Presidencia de la Nación solamente dos referidos a la Trata de Mujeres firmados - mal que a los pseudorevolucionarios les pese - por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Como dije: el Gobierno y sus políticas conforman el reflejo de los valores de nuestra sociedad; y esta es una sociedad que le dedica más tiempo a permitir que la prostitución siga siendo un negocio que a combatirla.

     Hay algo que Susana no ve: el pueblo no elige a los ministros, y cuando define a Alperovich como a un pobre hombre engañado por quienes trabajan para él lo único que hace es pecar por ignorante. De manera similar Susana también pretendió desligarle responsabilidades a la Presidente de la Nación: cargó contra el Congreso diciendo que era una vergüenza hayan estado esperando una orden presidencial para trabajar sobre la ley que hubiera salvado a su hija ¿Es que acaso ella nunca notó que el recurso político más poderoso del que Cristina Fernández se vale es su control sobre los órganos legislativos? ¿Es que es incapaz de comprender a Diana Conti, o a los muchachos camporistas, cuando explican que este Proyecto Nacional se basa en Cristina, y que la única capaz de gobernar este país es Cristina y que Cristina todo lo demás? ¿Es que tampoco entendió la filosofía de Ernesto Laclau? Hay una única razón por la que las mujeres siguen siendo explotadas impunemente y es que, hasta ahora, a nadie le pareció un tema lo suficientemente importante como para pensar en él.

      Lo cierto es que luchar contra la trata no solamente es costoso en términos económicos sino también políticos. El Gobierno tiene funcionarios, policías, ministros, jueces y amigos involucrados, y a todos ellos prefiere tenerlos a favor antes que en contra. Con o sin ley, el fin de la trata es un objetivo difícil de alcanzar y allí donde los objetivos no se alcanzan no hay logros que adjudicarse, ni propagandas con las que lavar cerebros durante los entretiempos de los partidos de fútbol. Para este Gobierno los Derechos Humanos existen en tanto les dejen Rédito Político. Por eso es que ocurre lo que ocurre: la gente desaparece, muere de hambre, las mujeres son violadas, pero ellos mientras tanto bajan cuadros y gastan millones televisando deportes, armando megafestivales y produciendo películas para mostrar como bajan cuadros.

     Obnubilada o no, a Susana, sin dudas, se la deberá perdonar dicha ignorancia. Uno que es incapaz de entender todo aquello por lo que pasó esa mujer debe también considerarse incapaz de juzgarla. Nosotros, por otro lado, que hemos llorado mucho menos y vivido mucho más - pues ella perdió vida con los años - no nos podemos dar el lujo de entender a medias tintas y si algo de dignidad nos queda deberemos utilizarla para decir "¡Basta! ¡Basta de Gobiernos que no saben decir 'Basta'! ¡Basta de impunidad! ¡Basta de dinero mal gastado! ¡Basta de políticos corruptos! ¡Y basta de maltratos, porque todos somos hombres y mujeres y merecemos ser respetados, sin importar a quién hayamos votado!". Y entonces luego haremos lo que tanto nos falta: actuar, sin aguardar hasta ser escuchados.