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Cosas que no van a cambiar I



     Sea cual sea el año que venga, no importa: la política que caracteriza al gobierno de Cristina de Kirchner - esa cosa conocida como «kirchnerismo» - no va a cambiar. Aún cuando ocurra Moreno y Abal Medina y Marcó del Pont y Capitanich y Kicillof (y cuantos sean), esa cosa no va a cambiar.

     Es decir: abajo las esperanzas para todos aquellos que anhelaban con un período 2014-2015 menos turbulento, menos «kirchnerista» quizás, y abajo las esperanzas para todos aquellos que esperaban no tener que festejar en las próximas elecciones otra vez un triunfo de la Antártida.


     No va a cambiar por tres motivos - que podrían ser más, pero que por cuestiones prácticas aquí se van a reducir a tres -: en primer lugar, el «kirchnerismo» no nació con ninguno de los personajes nombrados, por lo que no hay razones fuertes para suponer que debería morir con alguno de ellos; en segundo lugar, el «kirchnerismo» siempre fue «kirchnerismo», a pesar de haberse contradicho a si mismo en tanto «kirchnerismo» o en tanto «justicialismo» o, en tanto lo último, en tanto «duhaldismo», «menemismo», «lopezrreguismo», «peronismo», «camporismo», «peronismo»..., siempre fue «kirchnerismo»; y en tercer (y último) lugar, nadie sabe qué es el «kirchnerismo», y eso, apuesto yo, va a seguir siendo así por un buen tiempo.

     Paso por paso. La primera de las razones (las otras dos serán tratadas en notas aparte):

     El «kirchnerismo» nació sin ellos. Dejemos a Marcó del Pont y a Abal Medina de lado. Poco importan (porque siempre importaron poco). Dejemos incluso a Kicillof de lado: de él no se podrá esperar más que noticias revolucionarias, como la revolucionaria venta de una YPF cincuentaporciento-recuperada a la patriótica Chevron, o la progresista erradicación de la pobreza vía inflación (¿o no funcionaba así?). Dicho de otro modo: de Kicillof podría hablarse, pero demasiado, así que dejémoslo de lado. Quedémonos solamente con Capitanich y Moreno. O descartemos a Capitanich: Capitanich es Menem y Capitanich es Duhalde; él es lo que sea: un «Señor Perón». Y va a ser Kirchner. Si Capitanich llega, no es para cambiar las cosas (o sí, pero al modo en que cambian esas cosas: siendo siempre peronistas).

     Así que nos queda Moreno. Moreno es (fue) INDEC...

     *(Aquí hago una aclaración que bien podría haber hecho antes: por «nacer con» no hago referencia a si el personaje estaba allí o no estaba allí cuando el «kirchnerismo» nació. No. Se trata más bien de un nacer con en el sentido de un nacer gracias a o un nacer a partir de. Con «el kirchnerismo nació sin ellos» quiero decir que ninguno de los personajes nombrados fue condición necesaria para el nacimiento del «kirchnerismo»; nada más.)

    De modo que Moreno fue INDEC. Moreno fue al «kirchnerismo» lo que es la cirugía a Mirtha Legrand, el color verde a la Coca-Cola life, los mensajes de apoyo del público a 678. Moreno fue maquillaje. Moreno fue el capitán del barco en medio de la tormenta, en una metáfora donde el país es el barco, y el «kirchnerismo» la tormenta (una tormenta anómala, desplegada en cubierta, borda adentro). Moreno fue indudablemente necesario para lo que es ahora el «kirchnerismo» de hoy. Moreno fue una pieza esencial. Pero Moreno no fue más que el abatidor de las abatidas kirchneristas. Fue maquillaje - y atrás del maquillaje la cara sigue estando, siempre -. Si Moreno se va, el «kirchnerismo» seguirá estando. 

     Todo eso en primer lugar. Todo eso, en otras palabras, sería: a pesar de los cambios nada cambiará. El «kirchnerismo» seguirá siendo «kirchnerismo». Sobre lo que respecta a cuánto puede comprender el «kirchnerismo» - o cuáles son los límites del mismo -, y qué puede entenderse por «kirchnerismo», a modo de concebirlo como posible en el futuro, se escribirá en la segunda parte.

     La segunda parte será publicada más adelante.