por Ignacio de Villafañe
Hay en cada dogma kirchnerista una verdad retorcida, un manoseo de la realidad que expone - sólo a quién quiere ver - el completo desinterés que el "modelo" presenta por la cuestión social. Cada frase, cada canto y cada videocatequesis publicada en los entretiempos de Fútbol Para Todos forma parte de una psicópata estrategia de manipulación de la opinión pública.
No hay mucho que analizar: Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda de la Alemania Nazi, emprendió en 1933 un programa social que consistió en otorgar al pueblo alemán radios diseñadas para dificultar la recepción de cualquier otra señal que no fuera afín a las ideas del partido nacional. Dicho dato es ya harto conocido. El programa, denominado inicialmente Volksempfänger (en alemán "receptor del pueblo"), jamás se dio a conocer como lo que realmente era - un plan meticulosamente diseñado para extender los brazos del poder político sobre la opinión pública -; en cambio, fue ejecutado y llevado adelante bajo el pretexto de darle la oportunidad al público en general de tener acceso a un aparato para escuchar radio. "Volksempfänger" podría haberse intitulado esta nota; "Escúchese lo que decimos y no se oiga nada más" habría sido un sincero eslogan.
Cuando este 14 de Noviembre la Presidente dijo sentirse "orgullosa de ser parte de esa formidable clase media argentina" obvió, a propósito, varios puntos de análisis importantes. Dejaré de lado la discusión infantil acerca de si Cristina Fernández de Kirchner, la exitosa abogada sin título con un patrimonio más cercano a los $100.000.000 que al sueldo de un docente - a pesar de no ser estrictamente correcto comparar patrimonios con salarios -, forma parte de esa clase formidable o no. (De más esta decir que la respuesta es "no".) Lo que la mandataria obvió, a propósito, fue su propio discurso acerca del análisis de discurso. Estos revolucionarios de sillón se la pasan filosofando en torno a la premisa de que "los medios de comunicación mienten", pero nunca reflexionan acerca de qué es un medio de comunicación. En efecto, jamás pusieron en duda el informe del Banco Mundial y ni hablar de la cantidad de veces que tampoco cuestionaron los informes oficiales, como si los gobiernos, a lo largo de la historia, se hayan caracterizado por decir siempre la verdad.
Atrás de la gloriosa recuperación de la clase media nac&pop está el fantasma que el oficialismo pretende pasar por alto. Del total de los argentinos sólo el 46% pertenece a la clase media, después hay un 3% que comprende a las élites o clases altas, y el 51% restante queda para los sectores pobres y vulnerables. Jugar a hacerse el estúpido con estos números es, cuanto menos, una actitud propia de cínicos. Hablar de Derechos Humanos y festejar cuando queda al desnudo tan injusta verdad es una hipocresía absoluta ¿Por qué? Porque indirectamente se están diciendo dos cosas: por un lado, que menos de la mitad de los argentinos está siendo sostenida por la otra más de la mitad; por otro, que la democracia tiene menos de democracia de lo que dicen los libros.
Lo que falta de un lado, sobra del otro. En esta Argentina progresista e igualitaria todavía son las mayorías las que sostienen a las minorías. En 10 años de gobierno - de 3 consecutivos gobiernos - de izquierda de mentira, el esquema capitalista sigue vigente y, aun más, en términos peores. Se revela ahora que la magnífica recuperación del consumo no fue tan "para todos" como se decía. Es que el crecimiento de las grandes urbes se explica mejor con la pobreza del Chaco, el con-urbano mendocino o La Matanza que con una película de Néstor diciéndole a una claque fanática "vengo a proponer un sueño".
Se dice "plutocracia". Se escribe "oligarquía". El término "plutocracia" hace referencia a la preponderancia de las clases altas dentro del gobierno de un Estado. La palabra "oligarquía" es más conocida y significa "gobierno de pocos". Partiendo del hecho de que nuestra excelentísima Presidente no pertenece a clase media alguna y de que lo mismo ocurre con los integrantes de las altas cúpulas oficialistas, podría concluirse que la gran mayoría de quienes nos gobiernan representan a un minoritario 3% del pueblo argentino. Siguiendo el análisis clasista que tanto Sergio Spolsky (Tiempo Argentino, CN23) como Diego Gvirtz (678) hacen de la actualidad político-social, tal conclusión no estaría tan desacertada. Entiéndase entonces: quienes ejercen el poder sobre las mayorías en Argentina, pertencen a los sectores más minoritarios de la sociedad; estamos siendo gobernados por un mezquino 3% que, no por casualidad, sostiene hoy un modelo de país donde, cómo ya se dijo lineas arriba, un 51% de argentinos - ¡más de veinte millones de argentinos! - se encuentran excluidos del sistema.
Los dogmas se están. Quién quiera seguir creyendo: que crea.
Cuando este 14 de Noviembre la Presidente dijo sentirse "orgullosa de ser parte de esa formidable clase media argentina" obvió, a propósito, varios puntos de análisis importantes. Dejaré de lado la discusión infantil acerca de si Cristina Fernández de Kirchner, la exitosa abogada sin título con un patrimonio más cercano a los $100.000.000 que al sueldo de un docente - a pesar de no ser estrictamente correcto comparar patrimonios con salarios -, forma parte de esa clase formidable o no. (De más esta decir que la respuesta es "no".) Lo que la mandataria obvió, a propósito, fue su propio discurso acerca del análisis de discurso. Estos revolucionarios de sillón se la pasan filosofando en torno a la premisa de que "los medios de comunicación mienten", pero nunca reflexionan acerca de qué es un medio de comunicación. En efecto, jamás pusieron en duda el informe del Banco Mundial y ni hablar de la cantidad de veces que tampoco cuestionaron los informes oficiales, como si los gobiernos, a lo largo de la historia, se hayan caracterizado por decir siempre la verdad.
Atrás de la gloriosa recuperación de la clase media nac&pop está el fantasma que el oficialismo pretende pasar por alto. Del total de los argentinos sólo el 46% pertenece a la clase media, después hay un 3% que comprende a las élites o clases altas, y el 51% restante queda para los sectores pobres y vulnerables. Jugar a hacerse el estúpido con estos números es, cuanto menos, una actitud propia de cínicos. Hablar de Derechos Humanos y festejar cuando queda al desnudo tan injusta verdad es una hipocresía absoluta ¿Por qué? Porque indirectamente se están diciendo dos cosas: por un lado, que menos de la mitad de los argentinos está siendo sostenida por la otra más de la mitad; por otro, que la democracia tiene menos de democracia de lo que dicen los libros.
Lo que falta de un lado, sobra del otro. En esta Argentina progresista e igualitaria todavía son las mayorías las que sostienen a las minorías. En 10 años de gobierno - de 3 consecutivos gobiernos - de izquierda de mentira, el esquema capitalista sigue vigente y, aun más, en términos peores. Se revela ahora que la magnífica recuperación del consumo no fue tan "para todos" como se decía. Es que el crecimiento de las grandes urbes se explica mejor con la pobreza del Chaco, el con-urbano mendocino o La Matanza que con una película de Néstor diciéndole a una claque fanática "vengo a proponer un sueño".
Se dice "plutocracia". Se escribe "oligarquía". El término "plutocracia" hace referencia a la preponderancia de las clases altas dentro del gobierno de un Estado. La palabra "oligarquía" es más conocida y significa "gobierno de pocos". Partiendo del hecho de que nuestra excelentísima Presidente no pertenece a clase media alguna y de que lo mismo ocurre con los integrantes de las altas cúpulas oficialistas, podría concluirse que la gran mayoría de quienes nos gobiernan representan a un minoritario 3% del pueblo argentino. Siguiendo el análisis clasista que tanto Sergio Spolsky (Tiempo Argentino, CN23) como Diego Gvirtz (678) hacen de la actualidad político-social, tal conclusión no estaría tan desacertada. Entiéndase entonces: quienes ejercen el poder sobre las mayorías en Argentina, pertencen a los sectores más minoritarios de la sociedad; estamos siendo gobernados por un mezquino 3% que, no por casualidad, sostiene hoy un modelo de país donde, cómo ya se dijo lineas arriba, un 51% de argentinos - ¡más de veinte millones de argentinos! - se encuentran excluidos del sistema.
Los dogmas se están. Quién quiera seguir creyendo: que crea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario