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Lo que te falta de Evita lo tenés guardado en pesos

por Ignacio de Villafañe

     Señora Presidenta: tengo un mensaje para Usted, a pesar de ser consciente de que nunca llegará a leerlo. Sepa que, como ya reza el título, lo que le falta de Evita lo tiene guardado en pesos. No es que la otra haya vivido como lo que se dice “una persona humilde” -  ella también perdía suspiros ante un par de cosméticos y uno que otro buen pomo de tintura rubia -, pero queda claro que, en lo que a paralelismos respecta,  la Madonna de los Pobres supo estar mucho más cerca de parecerse a lo que pretendía ser, que Usted. Digo a propósito “que pretendía” y no “que en verdad era” porque si hay algo que la historia reciente nos manifiesta como una constante inalienable al peronismo ese algo es, sin dudas, la magnificación de los relatos falsos. Tengamos en cuenta que hablamos de la mujer que hablamos, (y no me refiero a Usted), que es la misma que hizo del Culto a la Moda de la Vieja Europa un símbolo de lucha de la Clase Obrera Argenta ¡Vaya la lucha! Durmiendo en el excremento propio para demostrar que no necesitamos el ajeno.

     Señora Presidenta: me disculpo, porque no era mi intención perderme en enrollos revisionistas aunque haya pecado haciéndolo. Motivan estas palabras la urgencia de sus apuros, de verse traicionada por sus propios planes. La imagino ahora, si no inaugurando los anuncios de futuros proyectos de licitaciones públicas, sentada al estilo de Descartes, francesa y cálida, frente a la imagen de la blonda americana, allí en la suite de Calafate, perdida en especulaciones ¿Qué sería de Usted sin ella y de ella sin Usted? Pues lo he pensado, y por eso es que le escribo. Perdone entonces también, Vuestra Excelentísima figura, mi impertinencia al querer darle lecciones mas espero que la utilidad de las mismas consiga justificarla.

     Usted conoce mejor que nadie la pobreza; allí en los decks de Puerto Madero no se habla de otro tema y sus funcionarios y sus hijos, que tanto los frecuentan,  deben de aturdirla con los ecos de esas charlas y las teorías de Marx que entre café y champagne tratan ¡Ay la pobreza, la herida abierta de Argentina por la que tanto Usted y Él han trabajado!  Ahora que no encuentra la razón por la que no ve los frutos – de todo ese trabajo realizado – le repito: lo que no tiene de Evita lo tiene monetizado.

     Claro: están los antipatria, la logia de carroñeros y asquerosos fondos buitre que quieren ya vernos muertos; Usted los conoce bien y entiende la perversión con que operan porque también compró títulos públicos a precios irrisorios, esas hectáreas fiscales de las que hoy goza el usufructo ¡Evita mía! No caben dudas de que lo hizo sólo para poder comprenderlos. Los ojos del odio ven meras tierras santacruceñas mal vendidas a intereses arbitrarios. Nosotros, que hacemos el amor para vencer - valga la contradicción
aparente -,  sabemos que esos ojos se equivocan.

     Pero los antipatria no explican el problema. No se deje engañar. Ahora que está allí sentada, como la
imagino en su boutique hotel, debe dejar de atormentarse con tales divagaciones y entender lo que le digo. No se distraiga tampoco con Clarín. Es cierto que Magnetto manipula al pueblo, pero sólo a un ínfimo 46%. Un cuarenta y seis de pie a cabeza estúpido que piensa igual que la televisión ¿Acaso no escuchó lo que gritaban en la calle ese jueves 8 de Noviembre? Gritaban que la odiaban porque ahora hay menos pobreza y las empleadas domésticas cada vez ganan más ¿De qué otra cosa se iban a quejar esos miles de idiotas adictos a Romney? Su egoísmo les imposibilitaba pensar colectivamente. A tal punto se dan el lujo de llorar por problemas imaginarios, que se molestan por una inflación que sólo existe en los supermercados ¡Los supermercados! Como si fuera ahí a donde compran su comida las clases medias y bajas. Como decía: no se entretenga con los imbéciles pues son apenas una masa acrítica, claríndependiente, un cuarenta y seis que nada representa y que mejor quedaría afuera que adentro de nuestro amado pueblo.

     Usted ya supondrá a estas alturas, ya porque las posibilidades se agotan o porque se lo anticipa su suprema inteligencia, qué es lo que pretendo demostrar. Aquí y ahora jamás podría lograr más que un esbozo de sugerencias vagas mas, sin embargo, haré el intento.  Lo que le falta de Evita, que es mucho, lo guarda en su bolsillo. Le sobra por un lado el autoritarismo - factor imprescindible para imitar a quien dijo que “Perón es la patria y quien no esté con la patria [o con su Él] es un traidor” - y el narcisismo
goebbeliano - también fundamental - pero le falta por el otro una pisca de coherencia. Eva al menos le obsequiaba armas los muchachos de la CGT; Usted, en cambio, mantiene firme el mínimo no imponible por temor a dejar sin fondos a su mayor financista publicitario: su gobierno. Lejos estoy de recomendarle que arme al pueblo - le delego esa tarea a personajes brillantes como Bombita Rodríguez y (¿quién si no?) Eva - pero insisto con que no le vendría mal hacer algo de lo que dice. O decir algo de lo que hace. Lo dejo a su criterio.

  P.D.:   Me tomo la libertad de escribir este último párrafo a modo de posdata. Hubo un pequeño error en las líneas anteriores - se entonces este también una suerte fe de erratas -. Gasté demasiadas fuerzas intentando exponerle las razones por las cuales no puede explicarse a Usted misma la pobreza. Me equivoqué. Usted no ve la pobreza y ese es el problema. Hay decenas de problemas más que, no por casualidad, siguen también la misma línea editorial. Se equivoca Usted cuando mercantiliza el futuro de los niños al medir la educación en términos de inversión y no atender, como debería, a la pésima calidad educativa por miedo a que la desnude. Se equivoca también aprobando leyes antiterroristas y guardando en el cajón leyes de glaciares. Se equivoca cuando habla de nacionalismo y transa a la vez con la Barrick Gold. Se equivoca, y se seguirá equivocando, cada vez que dice que algo tan sagrado como la Democracia es algo tan banal como una simple licencia al autoritarismo que debe revalidarse cada cuatro años.

     Saludos cordiales.

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