por Ignacio de Villafañe
En realidad yo quería ponerle otro título a esto, uno más
divertido como “Todos son Batman”, aprovechando la oleada de fanáticos, en
alusión a la doble vida que Bruce
Wayne lleva siendo un millonario egocéntrico por un lado a fin de poder
financiar, por el otro, su desinteresada lucha contra el crimen, la causa
sobrehumana de quien verdaderamente es y lo único que justifica los desaciertos
y la oscuridad de su existencia. Había pensado también en “El juego de las
palabras”, con la intención de explicar luego cómo la idea del Modelo surge en oposición a la del mero discurso pero sin ser, en efecto,
más que otro mero discurso (El Modelo pretende competir contra las clásicas
promesas no cumplidas de todos los discursos políticos presentándose como el anti-palabrerío y la proyección a futuro
de todo lo que ya se hizo basándose no en lo que verdaderamente se hizo sino en
lo que la historia oficial dice – advertí que esto era todo un juego de palabras –
que se hizo, lo que lo convierte en algo equivalente a cualquier otro discurso.)
Opté, finalmente, por la vía fácil y en vez de pretender desenmascarar mentiras
elegí la tarea de argumentar una verdad. “El kirchnerismo no es de izquierda”
es esa verdad.
No voy a decir ahora que el kirchnerismo sea de derecha (una
verdad es suficiente). El kirchnerismo es como Ricardo Fort donándole ropa a un
pobre: no es que sea capitalista, humanista o comunista, sino que poco le
importa definirse, actúa según convenga y en el fondo, curiosamente, tiene
alma. Yo honestamente no se si Ricky Fort es algo – supongo que alguna idea en la cabeza él tiene pero que aun
así desconozco -, pero si un día lo encuentro cazando tortugas en Temaikén
entonces sí voy a poder asegurar que, por ejemplo, ecologista no es. Seguiría
sin poder afirmar positivamente qué es pero sabiendo, al menos en parte, lo que
no es.
Con el kirchnerismo sucede algo similar, sobre todo porque
es complicado definir a alguien de izquierda pero es muy sencillo armar una
lista con lo que a un verdadero zurdo jamás se le ocurriría hacer (v.g.
redistribuir la riqueza concentrando $80.000.000
– algo así como una cuarta parte de los billetes de Eva Duarte que Ciccone
va a imprimir – en el bolsillo propio) Para que quede claro: la Excelentísima
Señora Presidenta, Honorable Dra. Cristina Elisabet “Morocha” Fernández de
Kirchner, propietaria de parte de Calafate, fiel seguidora de la moda de Milán
y las usanzas de las viudas de París, tiene un patrimonio ochenta millones de
pesos declarados, no por el Enemigo Público N° 1, Héctor Magnetto, sino por
ella misma o peor: por sus contadores. No se puede ser de izquierda y ser así.
Tampoco puede un modelo basarse en el pilar eterno de la justicia social y
tener a su principal guardiana y primera ejecutora escapando sin dificultad de
los mínimos límites que como modelo tal debería imponer, o al menos necesitar.
El título de Batman viene perfecto ahora porque surge de la
hipótesis de que existe una izquierda en el Universo
K y se extiende sobre una tesis rebuscada y supermaniquea que juega con la
posibilidad de que Cristina en realidad sea una víctima de su cuantiosa fortuna,
una especie de Evita del Siglo XXI
que conserva sus millones sólo para tener poder y conserva su poder solo para
salvar al mundo o al menos al Pueblo de la Nación entera. El maniqueísmo de la
tesis salta a la vista. Lo rebuscado se da porque para sostenerla habría que
pensar además en otro montón de Evitas: una Evita por Jaime, otra por Boudou,
por De Vido, por Garré, por cada uno de los chicos de La Cámpora que se sacrifica trabajando ad-honorem en Aerolíneas…
Deberían de ser Evitas también los gobernadores de Chaco, Tucumán, La Rioja,
Río Negro, Catamarca, etc., moliendo a palos a los indios unos, organizando
ágapes con Barrick Gold los otros, asumiendo todos, igual que Bruce Wayne, el
peso de lo que sus vidas públicas implican para poder en secreto tejer los
engranajes de lo que será la Gran Liberación de la Patria, una liberación
magnífica en un prometedor año 2100 con montones de Evitas entregando sus
tesoros, devolviendo sus millones y exclamando ¡He aquí la popular distribución de la riqueza soñada!. Personalmente
yo pido disculpas por mi negatividad, mi pesimismo; pero ocurre que esa una
historia que no puedo creer no por lo de la liberación del pueblo sino porque
son demasiados batmanes, más de los
que en mi imaginación caben.
El juego de las palabras aparece otra vez. Izquierda no es
bajar un cuadro de Videla, ponerle gas a un par de escuelas y repatriar la
mitad de una YPF que antes era nuestra entera. Izquierda no es pluralizar las
voces cuando pluralizar las voces es financiar 678. Izquierda, en sus múltiples posibilidades, es Rutas Nacionales, Ferrocarriles de Sur a Norte y
de un lado al otro de los Andes, y no tragedias en Once con Trenes de Buenos
Aires. Izquierda es, sin definirla completamente, Justicia en serio, que no es sólo buscar a
desaparecidos sino también impedir que sigan desapareciendo; y Justicia en serio
es justicia con los viejos, con los pobres, los sintecho, es justicia con todos esos a los que no les sirve de nada
tener a un milico preso por mucho circo que se invente. Izquierda es
tolerancia, es amor, respeto.
Yo no digo que todo lo que hace el kirchnerismo está mal. Ni siquiera le exijo hacer algo concreto: que sea lo que tenga que ser. Le pido nada más que no me quite, en esta batalla de ideas, lo único que me queda, que no es de ellos, y que es la Izquierda. Hay del otro lado del puente una Derecha gigante y quizá un Menem para explicarles dónde pueden ubicarse. Los invito a sincerarse.
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